Más dinosaurios
No sirve quedarse detenido, no sirve sentarse y esperar tan solo unos minutos contemplando el detenimiento universal. Aquellas mímicas y muecas inalcanzables de alegría y esos bufones felices, contentos, tratando de transmitir su regocijo por haber recibido tantos más pesos que el resto, es fácil, fácil, tan fácil tener un poco más y expresar tal plenitud (tal prostitución de un sentimiento): ambición completa, esa que jamás nadie alcanzará porque no nos alcanza el mundo para poder compartirlo. Esperar, espera, espérame podría dejar de correr tan rápido, podría llorar y ser sincera. Pesos, pesos menos es lo que realmente importa, gestos que no podría comprar y una sonrisa de mentira es más lucrativa que un llanto sincero. Hasta una polilla evita mucho más el golpearse con alguna ampolleta que lo que a nosotros nos cuesta golpearnos con la realidad, tan cierta como lo que hay debajo de una máscara llena de pintura: el rubor y las sombras falsas.
Es raro ser uno, es raro saber que un sentimiento de angustia y de protesta es lo que realmente somos, es raro que el tocar fondo sea cuando nos tocamos y que el existir no se vuelva más que la llegada del día en que todo puede desaparecer, donde minutos antes abunda el arrepentimiento de lo que no se hizo, de lo rápido que se corrió, de lo que no vimos por estar pendientes del reloj y del amor propio en el cual no cabe la preocupación ajena y así nos marchitamos y por eso envejecemos, entonces lo único que queda por decir es “que el muerto descanse en paz rodeado de flores que no se marchiten”.
Otrainsensata
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